Instant Village (en español podría ser ‘villa instantánea’) se conforma como una colección de antipostales que muestran imágenes alternativas y se cuajan opuestas a las ficciones construidas y propagadas desde el marketing turístico alrededor de las islas Canarias. A la vez, se comparan con el imaginario colectivo y con mis propias construcciones mentales en relación con la categoría «isla» que, además, descansan a menudo sobre lugares comunes del tipo: una isla tiene palmeras, una isla tiene playas vírgenes, una isla es un lugar de naturaleza exuberante, una isla es evasión, una isla es un edén, etcétera. En las Canarias, quizá responden figurativamente a esos lugares comunes y les confieren sentido aquellas zonas del territorio protegido, con sus volcanes, palmeras y playas, en las que no se puede construir. Sin embargo, ¿Que sucede en el resto del territorio, en aquel que se nos deja hacer?¿Asumiendo que el paisaje construido es el paisaje humano, una codificación del que somos en un momento dado, luego que es lo que cuentan sobre nosotros, como sociedad en su conjunto, las formas con las que la ocupamos? La serie es un ensayo fotográfico sobre este uso del territorio en las islas Canarias, un entorno que, debido a su casi exclusiva dependencia económica del turismo, fue objeto de una presión creciente (desde la década de 1960 hasta la reciente explosión de la burbuja inmobiliaria) y que representa un tubo de ensayo perfecto para los problemas del Estado español en su conjunto. Que el recurso más valioso de una isla sea precisamente el más limitado —el territorio— es una paradoja de un tipo de desarrollo cuyo único propósito parece ser el beneficio inmediato y que creó una corrosiva topografía de la banalidad.